El Verdulero del Este

Y asi vamos a arrancar, con la historia de mi último hombre. Si. Un verdulero. Si. De Punta del Este. Si. Mi Mamá lo odiaba.
A fines de Diciembre del 2012, considerando que hacía 6 meses que estaba desempleada, sin ningún laburo decente a la vista, me decidí pasar los días veraniegos en el país vecino. Mi madre iba a estar allá, asique convoqué a mis amigas a que me visiten durante Enero, así pasábamos unos días amenos. Vinieron algunas para Año Nuevo y otras más adelante. La casa se vaciaba y llenaba de gente en un periquete. Mientras tanto yo seguía ahí, haciendo las compras en el super del barrio casi diariamente. Hace varios veranos que venia fichando al cajero de la verdulería, un morochazo, alto, divino, potro. Y hacia varios veranos que el me venia fichando a mi. Este año, no se si por el fin del mundo o que, se decidió a avanzar y finalmente pedir mi contacto. Así es que me invitó a salir. Admito que dudé mucho. Fue gracias a mis amigas que me animé a salir. Hacia más de 1 año que no salía con un chico... por lo cual estaba un poco fuera de onda. Básicamente me obligaron a salir con el. Cuantas dudas. Es verdulero. Vive en Pan d Azucar. Como vendrá vestido? Alpargatas? Llantas? Ojotas? Remera? Chomba? Muscu? Auto? Moto? Tractor? Caballo? Miedo.  Sumado a mis miedos, estaba la ira de mi madre. Su hija divina, morochoza, simpática, iba a ser buscada por el complejo top de Punta por el verdulero del barrio. OMG! Que quemo! (y eso que intenté instalarle la idea de que era el cajero, el encargado financiero, el CFO de la verdulería basicamente!!) I dont care. Necesitaba arrancar el año con una buena historia. Me animé. Salí. Salimos. Gran decisión.
Vestido con jean, zapatos cancheros marrones, camisa, auto del padre (detalle que omití.. 21 añitos!), sonrisa encantadora, perfume de hombre. Fuimos al bar. Cervezas van, cervezas vienen, la noche fluyó y volví a las 7am a mi casa... mientras mi madre rasguñaba las paredes.
Así siguió la historia de amor durante el verano. Noches de alcohol, noches de pasión. Hasta me fui a un bar en Piriápolis a bailar chamamé. YO. O sea. El amor. La calentura. Lo pueden todo. La pasión y fuerza de un niño de 21 añitos, se lo recomiendo a cualquiera...
Pero así como todo fluía tan bien, y tan lindo... aaaalgooo tenía que pasar. Y si. Pasó su edad. De un día para el otro, cuando yo empezaba a interesarme genuinamente en este chico de pueblo de 7000 habitantes, dejó de contestarme, de hablarme, de verme.
Y así me tuve que volver a Buenos Aires. Sola. Solísima. Triste. Con el ego completamente destruido. Directo a mi psicóloga, quien al terminar la sesión en la que ahogué mis penas, levantó la vista del anotador y me dijo "dale nena.. que esperabas? tiene 21 años!".
 Lección aprendida.